Anecdotas de un ciego (3)

El tic tac del reloj resonaba con el eco del silencio. Mi ceguera no dejaba que viera la resonancia del pasar de las horas. Mi problema no era ver l ahora sino ver lo que me rodea. Aún ronda por mi cabeza el misterio de mi ceguera tan repentina, sin dejar atrás lo que me informó la enfermera: siempre he sido ciego. Pero lo que ví aquellos días atrás no tiene explicación. Será que mi ceguera tendrá remedio? Algo indudable así como un cojo pueda correr más rápido que un caballo. Lo más dificil es entender que a parte de ciego loco me volveré.

El tiempo puede ver más que yo. El reloj se burla de mi ceguera. La burla es el enemigo más cruel. Debí informarle a la burla que no tiempo para eld lor. Aunque debo admitir que no deseo imbuirme en su ideología, mi impaciencia por saber si puedo ver ya no es tan inmensa o solo es que mis neuronas se redujeron e intentan llevarme al último extremo de la paranoia.

En ese momento entra la enfermera. Dice que el doctor desea verme. Ansio saber si es el de la vista o alguno que revisará mi cerebro. Que creo y eso es lo que necesito: ya no me interesa saber si estoy ciego o no, lo que necesito es un psicológo. Tomando en cuenta que para mí siempre los psicológos solo son una mafia de falsos humanos enriqueciendose de los problemas de los demás mientras que por dentro se burlan de nuestra propia ignorancia.

Al llegar al consultorio sentí una voz distinta, debo afirmar que no sonaba como una voz realmente, se escuchaba un gran eco. Seguramente el acústico de la habitación hacia aquellos efectos...

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