-A ver Felipe, pasame esas hojas. No creo que el té se prepare solito. Le dijo Laura. Sin tomar en cuenta lo ocupado que él estaba mientras leía el contrato de alquiler de su nueva casa. Desde que se mudaron allí no dejaba de darle dolor de cabeza, y es que su mortificación de salir adelante no lo dejaba en paz, y se volvía un constante estrés.
Laura, en cambio, tan paciente, dejaba que todo caiga por su propio peso. Era mas creyente de aceptación a lo que deje el destino. Felipe lo tomaba más como un conformismo escondido en teorías de hippies.
-No creo que podamos permanecer otro mes más aquí - le dijo Felipe desganado. Laura sólo lo miró. Le gustaba mucho el lugar, de todos en los que habían estado ese era el único que la hacía sentir como si de verdad tuvieran un hogar. Y sobre todo, seguridad. -Tendría que pedir un aumento o buscar otro trabajo, y me parece que la segunda opción es mas favorable que imposible pero a la vez difícil - finalizó Felipe mientras Laura le pasa la taza de té y el tarrito del azúcar.
- Puedo pedir el aumento yo - dijo Laura con toda seguridad y confianza. Felipe suspiró. No le agradaba la idea. Laura trabaja en una imprenta de su familia; pedir un aumento significaría dejarles saber que no se estaban administrando bien económicamente. Y era lo último que Felipe querría.
Felipe, un muchacho pueblerino, en cambio, trabajaba como asistente de un periodista que escribía en uno de los periódicos mas reconocidos de la ciudad. Su meta era llegar a ser escritor y lo lograría aprendiendo de los mejores, escalando desde abajo. - Podemos hacer recortes de cosas insignificantes que no usemos diario - le dijo Laura mientras limpiaba la meseta. Felipe no dijo nada, solo pasó su mano por la cabeza. La paciencia de Laura se terminaba, no podía creer que él se rindiera tan fácil.
Se sentaron en el sofá negro de la sala, cada uno mirando su pedacito de techo. Como si ahí buscaran la solución tratando de no mirarse uno al otro, de no chocar miradas como les gustaba hacer. Era la primera vez que Laura dejaba que ese silencio incómodo reine sobre ellos; Felipe no indagó, pero quedó extrañado.
- Haremos recortes de las cosas que no usemos diario. - dijo Felipe, imitando la idea exacta que había dado Laura, para detonar una reacción en ella. Sólo lo miró y sonrió, siguió mirando al techo. Como si aun seguía buscando una solución.
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