encontrar escritos de un par de meses atrás, no recuerdo la fecha exacta en lo que escribí esto.
Me pregunto si el verde aún sigue ahí…
Mis
expectativas de la vida ya estaban más abajo del suelo y de mis ganas de
continuar sobreviviendo. Solo necesitaba una nueva rutina. Había aprendido lo
que era la vida de verdad cuando le conocí. Nunca pensé terminar de esta
manera, solo era un chico más del que pensaba no se podía fijar en mí, y que a
final de cuentas hizo que note todo el potencial que llevaba conmigo y que por
miedo a fracasos no había distinguido.
Aprendí a reír más, a soñar con los pies en la tierra. Y con dificultades de por
medio, confirmo que aprendí a amar. Un amor de verdad, sin necesidad de dar
detalles que estén de más, sin decir mil veces lo que siento, pues con solo dar
miradas limpias el corazón palpita.
Sufrí y
amé. La tristeza ya tenía instalada una casa en mi alma, y aun así seguí
queriendo lo que parecía imposible luego de un tiempo difícil, porque solo se
siente felicidad cuando estamos cerca. Y yo seguía ahí, sin ganas de irme, de
seguir dando lo que podía dar, y me quedé hasta el final; hasta un final que me
niego rotundamente a aceptar. Pero hay decisiones impropias que hay que
hacerlas suyas y aceptarlas como vengan porque esto no es El País de las
Maravillas ni yo soy Alicia. Seguiré intoxicada de sentimientos y recuerdos
porque es lo único que me queda.
(Y me
asusta, me da miedo porque ya no sé qué más hacer, a donde ir, como seguir)
Apesta,
¿sabes? Cuando todo va bien y de repente solo se rompe todo una vez más. Y la
peor parte es cuando te das cuenta que ya no puedes hacer más nada.
Descubrir lugares
tranquilos en la ciudad con él ya se había vuelto algo normal. Compartir el verde, quería volverlo mi rutina.
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