Despistada Abril


 Bajó rápido las escaleras de su apartamento, había olvidado las llaves del vehículo dentro. Otro error más. Era la única copia de llave que le quedaba, no podía ser mas despistada. Y solo se acordó porque tenía justo una reunión a las cuatro, a la cual ya estaba tarde por cierto, y el departamento vuelto un desastre en busca de las llaves.
-No, ahora no, coño, que estoy tarde.- Se habló para sí misma cuando vio las llaves dentro del carro, en el asiento del copiloto.
Abril se había mudado hace dos meses, perdió su trabajo como asistente en una publicitaria y tuvo que reducir gastos, por lo que su nuevo departamento era poco lujoso, algo estrecho, pero cómodo para ella sola. No lo veía de esa manera porque no se acostumbraba y estaba indispuesta a hacerlo. Y ahora, dedicarse a su arte plástica era lo que deseaba,  a pesar de llegar tarde a la reunión en la galería de arte por su dejadez. Pidió un taxi, pues no tenía tiempo para rescatar las llaves. Al llegar a la galería de arte ya estaba cerrada. Tomaron por sentado que no quería aceptar la propuesta de presentar sus obras solo por una noche y se marcharon.

No podía creerlo, no le gustaba que solo le ofrecieran tan poco tiempo simplemente porque no era una artista famosa, pero tampoco quería desaprovechar la oportunidad de tener un "momento de fama". Así podía iniciar a ser reconocida y a que valoren su trabajo, su creatividad. Pero no. Su tardanza, su manera de ser despistada siempre, no le ayudaban. No le ayudó, no le sirvió de nada. No es solo levantarse y dar por suerte lo que la vida quiera, es salir y hacer la suerte.
Ni si quiera había hablado de frente con el representante, quien tenía la puntualidad como principio. Mala suerte para Abril, que no era de esa forma. Era muy despistada, desorganizada mas bien, como si esperaba que el mundo fuera así como ella, como si todos tendrían que esperarla. Le costaba entender que sus prioridades no eran las prioridades de otros, que su sistema propio no era igual al de los demás o al de la misma sociedad. Pero ahora que la vida le golpea tendrá que aprender o simplemente desvanecerse.
Camino hasta su apartamento. No tenía ya como regresar a casa, su economía escasa no le permitía mas y gracias a su despiste con las llaves del auto no le quedó de otra.
No entendía mucho de la vida, así que todo el camino paso maldiciendo su existencia. Su incomprensión. Su dejadez, y su forma tan abandonada con las oportunidades, oportunidades que nunca sabe aprovechar, cosas que deja pasar, cosas que no volverán.
Escuchaba la voz de su hermana mayor que le decía mil veces que chocaría con un muro de verdades, y por supuesto ignorar las sabias palabras de su hermana era de costumbre su acción. Hasta que sucedió....
Lluvia. El cielo oscuro de la noche trae consigo esas nubes que solo esperaban desahogarse. Fue un alivio para Abril sentir las gotas de agua en su rostro, en su ropa, empapar su cuerpo, las veía como gotas de esperanzas. Esperanzas que llegan, se impregnan y luego secaran. Sus ojos lloraban al par de la lluvia, dejando que su rimel recorriera sus mejillas, como si entregara su alma a la oscura noche, a la lluvia fría de la noche.
Se sentía decepcionada de sí misma. Cuando al fin se propuso hacer algo con su vida, deja pasar el tren, deja que el tiempo se le vaya. Ni su afán de hija ejemplo, ni su brío de rebeldía, ninguna de las dos caras pudo conseguir. Y sin más, Abril se dejó desvanecer por la vida, pasandole por encima, sin nada a que temer, sin nada que hacer, dejándose morir, porque sentir decepción de uno mismo es matar el único vaso de fe que le queda.


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